Érase una vez, un alguien que cuestionó los métodos establecidos de una sociedad que se había acostumbrado a servir a otros, y trabajaba insufriblemente por el beneficio de “los más fuertes” antes que el de ellos mismos, motivados por un miedo cegador. Érase una vez un alguien que comenzó a creer en él mismo, en ellos, a cuestionar los porqués y explorar mundos que no le eran permitidos. 

En este caso se llama Flik y es una hormiga, pero, ¿cuántos “alguien” como Flik no ha habido a lo largo de la historia?, ¿cuántas de nosotras, hormigas, no vivimos también cansadas de tenerle miedo a los saltamontes?

Imagina que es una semilla

Mi niña eterna disfruta casi cualquier cinta de Walt Disney, pero también lo disfrutó mi niña de aquel entonces, la que con apenas seis o siete años miraba estas animaciones una y otra vez, y dejó a su niña adulta un legado impresionante de diálogos aprendidos y canciones memorizadas. Me gusta el respeto que BIchos tiene por la mente infantil, me gusta que estas películas no oculten el mundo en que vivimos desde que somos niños, me gusta que nos hablen de temas tan “adultos” con una voz infantil, pero no inmadura. Yo entendía en aquel entonces, lo mismo que entiendo ahora cuando veo Bichos: las hormigas, unidas, son más fuertes que los saltamontes, y son ellos quienes deberían temer.

Bichos nos lleva a conocer una aventura que por más miniatura que sea, es un reflejo de nosotros mismos. El mundo nos ha enseñado a pensar que una simple hormiga no puede hacer el cambio… y es cierto. La película no hubiera durado más de media hora si Flik no hubiera podido asistir a ‘Bug City’, o si no hubiera encontrado a los bichos de circo. Habría dado igual la idea del pájaro si nadie hubiera creído en ella, y las hormigas no habrían tenido una resolución satisfactoria si al final no se hubieran decidido a enfrentar a los saltamontes. Flik no lo hizo todo solo, pero no tuvo porqué, porque nunca estuvo solo; y nosotros tampoco…

¿Algún saltamontes quiere quedarse?

Hace un rato hablábamos del miedo que motivaba a las hormigas, pero la verdad es que todos los personajes están motivados por el miedo. Y también todos tienen una resolución muy valiente… excepto uno.

Al inicio, las hormigas temían que los saltamontes les hicieran daño, y por eso trabajaban para servirles. Los bichos del circo temían no triunfar en su profesión, Flik le temía al fracaso y a decepcionar a su colonia, y los saltamontes…. ellos temían a su vida sin las hormigas.

Somos testigos, a lo largo de la película, de la evolución de los personajes que nos llevan de la mano por esta historia. Somos testigos de cómo, poco a poco, van enfrentando los temores que en un principio parecían tenerlos acorralados. Desde aprender que no se necesita dejar de ser pequeño para ser enorme, hasta la enseñanza de lo importante que es creer en uno mismo, llegamos a la resolución final. Las hormigas, una a una, abrazando la fuerza de todas como individuos que forman un gran conjunto imparable. Y se enfrentan, valientemente, a aquellos que habían temido durante toda su vida. Porque claro, no se puede ser valiente si no se siente temor. ¿Quién necesitaría de la valentía si no existiera el miedo?

Ahora bien, nosotros ¿qué papel tomaremos en este gran árbol, que es nuestro?, ¿cuáles son las semillas que queremos sembrar?
Yo seguiré intentando descifrarlo, acompañada por la voz de una pequeña hormiga que me enseñó desde niña que soy más grande de lo que yo misma creo… y que las pequeñas semillas, se pueden transformar en árboles inmensos.